Todo empezó hace más de 150 años con la invención de las conservas, un proceso iniciado por el francés Nicolas Appert y patentado finalmente por el inglés Peter Duran en 1810. De esta novedad nació toda una nueva industria. La abundancia de pescado de calidad, capturado a lo largo del extenso litoral portugués, creó las condiciones naturales para la aparición de las primeras conserveras en Portugal.
Un estatus consolidado por las exportaciones, principalmente durante la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, que dieron fama mundial a las conservas portuguesas en un sector que llegó a ser el segundo de la economía de la época. Una época que vio crecer la industria portuguesa, con fábricas repartidas de norte a sur del país.